Divorcio. No te instales en la rabia.
La separación y el divorcio es una realidad con la que tenemos que vivir, en España se producen casi siete rupturas por cada diez matrimonios, una clara fotografía de el estado de las relaciones personales que forma parte de nuestra sociedad. Soluciona unos problemas, los derivados de una insatisfactoria relación de pareja, pero se corre el riesgo de generar otros a l@s hij@s si no se hace bien.
La manera cómo vamos a encarar esta crisis ejercerá una influencia en nuestro mundo cotidiano durante muchos años y tal vez durante el resto de nuestra vida. Nos preparamos a atravesar días difíciles si ignoramos las dificultades de este paisaje que es la ruptura.
Es importante observar con mucha atención estos acontecimientos de la separación porque tenemos más tendencia a demoler nuestra relación afectiva que a deshacerla. La demolición es una acción más rápida y a corto tiempo suele ser satisfactoria ya que aporta un cierto alivio y parece colmar una poderosa necesidad de desahogo. Sin embargo, a largo plazo esta reacción no contiene ninguna verdadera solución y puede traer un gran peligro. Luego, una vez que la crisis habrá pasado, los dos protagonistas probablemente tendrán dificultades a reconocerse como padres y esto generará problemas en nuestr@s hij@s.
Si nos instalamos en ese estilo de crisis interminable, y cuando el resultado normal –es decir, la mejoría- no llega, para tener resultados satisfactorios hay que hacer entonces algo diferente de lo que estábamos haciendo.
Cuando el horizonte está cerrado, hay que buscar otros caminos: pedir ayuda a otros, a amigos o a profesionales que podrán tal vez ayudarnos a poner punto final a la repetición. El divorcio es una crisis que conmociona a todo el grupo familiar. De las crisis se puede aprender superándolas, o bien quedar detenido en ellas repitiendo situaciones de dolor, ira y fracaso.
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