Ser padres es una oportunidad única para aprender, para descubrir y para revisar muchos aspectos de nuestra vida, especialmente nuestro mundo emocional.

Los momentos de encuentro con nuestros hij@s despiertan nuestras emociones, el amor, la entrega, la ternura, la alegría, y al mismo tiempo  nos pueden provocar los mayores dolores de cabeza y de corazón y despertar la rabia contenida o desatada, la intolerancia y la impaciencia.

Los problemas cotidianos como las peleas entre hermanos, recoger los juguetes, hacer los deberes, la relación con la comida, la hora de irse a dormir, el saber qué les pasa o cómo ponerles límites, todo esto pone en cuestionamiento lo que sabemos y lo que hacemos  como padres y nos desestructura y, a menudo, no sabemos qué hacer.

La familia puede ser entendida como una escuela de crecimiento donde las crisis cotidianas pueden convertirse en una oportunidad única de reencuentro y conexión, un espacio de entrenamiento para nuestros hijos y para nosotros mismos un camino para  aprender, tomar conciencia y abrir el corazón.

Por eso recordar la oportunidad que supone ser padres nos coloca en perspectiva para poder actuar y no reaccionar ante esos días de imprevistos y tormentas emocionales.

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